BAILE DE MÁSCARAS

BAILE DE MÁSCARAS

Reunidos en la inmensa sala,
ocultos tras máscaras de porcelana
de exquisita factura,
mirándonos con ojos de fuego,
los corazones palpitantes
en sus jaulas de pecho,
jadeando,
pues falta aire en los pulmones
de la emoción de tenernos.

Comienzan las danzas y,
dando un paso al frente,
como el voluntario ante la misión imposible,
como aquel que quiere ser tocado por la gloria,
nos integramos en la marea
de personas y de cuerpos que giran,
como una corriente submarina
que nos envuelve y arrastra.

A pesar de la distancia,
a pesar de parecer todos clónicos
bajo nuestras máscaras,
nos vamos observando,
sin perdernos de vista,
como dos satélites
condenados a encontrarse
y provocar una supernova
que ilumine
nuestro universo particular.

Como derviches ascendiendo a Dios,
como lamas ascendiendo al Nirvana,
llega el momento mágico
en que nos tocamos.
Primero, con un simple roce de los dedos,
luego un apretón de manos,
finalmente nuestros brazos se entrelazan.



Así,
frente a frente,
con las miradas cargadas de chispas,
confluyendo en un eje
como yin y yang,
girando sobre los ocho trigramas
como un practicante de pa kua chuan,
somos uno,
convergidos en un mismo vértice
para generar nuestro vórtice,
nuestra espiral de pasión,
el momento de desatar
nuestro fuego interior.

Nadamos en la corriente de pasos elegantes
como dos tiburones en pleno cortejo,
ajenos al resto del mundo,
apartados de su devenir,
sin más a la vista que nuestros ojos,
sin que no importe nada más
que el fuego que vemos brillar
el uno en el otro.

Ansiosos por superar
esta barrera de porcelana
para unir nuestros labios
y desatar nuestra lujuria.

No te conozco
y te anhelo...

Buscamos un rincón apartado para nosotros,
entre cortinas de terciopelo y sombras,
ocultos tras columnas,
lejos de la luz de las velas y de las miradas,
para que nuestros labios se puedan encontrar
y nuestros cuerpos unir,
que el sudor resbale por nuestra pie
y nuestros fluidos fundir,
derramarme en tu interior,
rebosar tu océano sobre mí,
derretidos por el morbo,
absorbidos por el fuego
de nuestros sexos voraces.

No, amor, no.
No te quites tu antifaz,
que yo no lo haré con el mío
y así poder mantener
el enigma de quiénes somos
bajo nuestras máscaras.


Mantengamos el secreto entre tú y yo
y que el recuerdo de este momento
se marque a fuego en nuestras pieles
para rememorarlo dentro de muchos años
como que fuimos jóvenes
y vivimos el fuego
de la pasión sin restricciones
en el baile de máscaras.



© Copyright 2014 Javier LOBO
 

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