CRUELES INTENCIONES

CRUELES INTENCIONES

Sentados a este lado de la orilla,
vemos aves pasar sobre nuestras cabezas,
vemos las plantas crecer a nuestro alrededor,
pero no captamos toda su belleza y esplendor.

Nos limitamos a mirar
nuestro reflejo en las aguas,
a deleitarnos con nuestra vanidad,
a creernos tan superiores a la media
que no nos damos cuenta
que la media no es una línea ilusoria
creada por algún censor,
sino que es un filo de cuchillo
que nos amputa miembros y cercena cabezas,
dejándonos
mutilados y motivados
para la siguiente pasada de la hoja.

Nos creemos libres y dueños de nuestras vidas,
esclavos de cadenas invisibles somos,
no obstante.
Tan cubiertos de argollas de metal estamos
que pensamos que vestimos
cota de malla cual caballeros
y no reparamos
en que los aros se engarzan en nuestras carnes,
haciéndonos sangrar irremediablemente
burbujeantes gotas de nuestras almas,
fragmentos de nuestro ser más recóndito
que nunca volverán
y por las que no hacemos nada,
ni siquiera el esfuerzo de retenerlas.

Esperamos la venida del siguiente,
del siguiente día,
del siguiente momento,
de la siguiente cerveza,
del siguiente plato de sustento,
del siguiente cigarrillo tras el placer,
pero estamos tan ciegos
que no vemos que no hay siguientes,
sino bucles en los que los momentos
se repiten una y otra vez,
hasta saciarnos.

Sentados a este lado de la orilla,
esperando entregar el óbolo de oro al Barquero,
nos deleitamos en la falacia de un reflejo
que no es más que un ídolo,
una ilusión,
un espejismo en el desierto,
una danzante y capciosa sombra
que resbala una y otra vez
por la pared de la caverna.

Pues crueles intenciones tiene la vida,
y peores deseos alberga
la más oscura,
siniestra
y monstruosa
de las simas
que mente enferma alguna pudiera soñar:
el alma humana.



© Copyright 2014 Javier LOBO

0 comentarios:

 

Flickr Photostream

Twitter Updates

Meet The Author