DOLOR

DOLOR

El dolor que siento
no tiene reflejo en esta vida,
el dolor que experimento
parece no tener fin.
Qué verdad
que no sabemos
lo que es sufrir
hasta que no somos padres,
hasta que no sufrimos
los desvelos que sufrieron
nuestros mayores,
hasta que no se nos estrangula el corazón
con tenazas al rojo y de acero.

Qué difícil es vivir
sin uno te tus besos,
sin escuchar tu voz
a cada momento,
sin poder compartir
gracias y bromas,
sin poder reír juntos
chistes y ocurrencias,
convirtiendo la brisa en entierro.

Te has ido
y me han arrebatado
un trozo de alma,
has dado el portazo
y un nuevo clavo
en mi ataúd has hundido,
con tu desprecio
no logras sino herir
a quien más te quiere,
a quien más está a dispuesto
a dar por ti.

Ciego estás en tu creencia de poder,
en tu posición de supremacía,
que no es desidia ni dejadez
por lo que te azuzamos cada día,
sino para que encuentres
el camino a tus pies,
pues es la vida muy larga,
de sucios callejones y aceras embarradas,
salpicado por los charcos
y, muy de vez en cuando,
por el sol iluminado.

Ahora tengo tu rostro en mi memoria,
tu querer en mi corazón,
y un anhelo secreto
de que vuelvas pronto,
de que no faltes de ésta
que es tu casa,
que no dejes de pensar en nosotros
y de que recapacites que,
por mucho que te digamos,
por mucho que se te enseñe,
tu vida es tuya,
y la última palabra,
la última responsabilidad de tus actos,
también tuya es.

Ahora tengo un dormitorio vacío,
más grande se me hace
que cuando te nos ibas de pequeño,
a la espera,
callado y silencioso,
paciente y sufriente,
como nosotros mismos,
por tu regresar a estas salas
al cruzar el umbral
del hogar.

© Copyright 2014 Javier LOBO