EL PEÓN BLANCO

EL PEÓN BLANCO

Se acerca el momento,
llega la hora.

Los cielos se abren,
se separan las fauces de la tierra.
El aire se llena de sonidos desconocidos
para los oídos mortales.

Lentamente,
sin prisas,
me dirijo a mi cámara.

Es un nicho de piedra,
mohoso y con hedor a moho,
pero es donde se me confinó
mucho ha,
antes de que el mundo
pudiera tener memoria alguna.

Es donde he elegido vivir
con el paso del tiempo.

Me ciño las piezas
de la nívea armadura
una a una,
cubriendo mi cuerpo
con placas y telas perfectas.

A lo lejos,
los aullidos,
chirridos,
crujidos
y gritos
resuenan por el aire
hasta llegar a mis oídos.

Mi espada
es de un acero tan puro
que brilla con un blanco impoluto
al tacto de la luz.
Oculto mi rostro bajo la capucha
para que nadie me pueda ver.

Estoy condenado,
estoy bendito,
estoy maldito,
soy el elegido.

En el momento de mayor oscuridad,
cuando no hay luz en ninguna parte,
cuando estamos solos con nuestros terrores
y desamparados antes los horrores sin nombre,
es cuando aparezco.

Soy el peón blanco,
condenado a morir por vosotros
miles de veces
y a resucitar otras tantas
para cumplir
con el deber encomendado.



© Copyright 2014 Javier LOBO

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