EN MANOS DE LA LOCURA

EN MANOS DE LA LOCURA

Sentir una soledad que es compañía,
y una compañía que es temor.
No saber si mi mente habla
o si es mi lengua la que pronuncia las palabras.
Mirar a través del cristal de la ventana
y no ver el exterior,
pero sí perderse en los detalles
de las motas que manchan el vidrio.

Las voces proceden de las almohadas,
de las paredes,

de los pliegos de mi piel.
Aparecen manos,
materializadas de mil rincones,
pero procedentes de ninguna parte.
Lágrimas brotadas de ojos inmateriales
se derraman por mis venas,
me envenenan la mente,
me dicen lo que soy
y dejo de ser,
lo que debo hacer
y lo que me está vetado.

No hago más que escuchar sus voces,
a veces susurros,
a veces rugidos,
alaridos vertidos en mis oídos
hasta hacerme entrar en profunda sordera,
administrándome un dolor insoportable
que me agota,
que me consume,
que me destruye,
que se lleva mi alma por recónditos senderos,
ausentes de luz,
haciéndome pasear por cementerios desiertos,
haciendo que me concentre
en la contemplación de mi corazón ardiendo
en un pebetero en ofrenda a los dioses oscuros.

Hombres doctos,
perdidos en sus propias creencias falaces,
me dicen que no son de verdad,
que me siento mal
por el devenir de mis células,
que tengo que seguir el tratamiento,
pero no me apartan de las manos de locura,
de la ciega intransigente que se va adueñando de mí,
que reclama mi alma como propia,
que me está consumiendo por momentos.

Cada día que pasa,
una tortura.
Cada instante que vivo,
un calvario.
Según pasan las horas,
me voy hundiendo.
Los objetos cotidianos
se vuelven agresores contra mí,
y lo peligroso me parece hermoso,
una puerta hacia la eternidad
que me puede salvar.

Pero hoy no hay más
que tonos grises.

No hay soles
ni mañana
para mí.

Sólo tinieblas
para mí.

Y hundirme
en las abisales aguas de la negrura
por el zarpazo fiero
de las manos de la locura.



© Copyright 2014 Javier LOBO

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