UN BESO DE DOLOR

UN BESO DE DOLOR

Navegamos como barcos
perdidos en la niebla,
surcando mares de olvido,
como ciegos perdidos
en un laberinto de roca,
buscando unos labios amigos
en los que poder depositar
un beso de dolor,
un beso en el que las penas y los dolores
se puedan expiar,
sin saber en qué rosa apretamos
nuestros labios,
creyendo pétalos,
nos herimos con las espinas,
sin reparar en la sangre,
creyendo que forman parte
de la flor.

Buscamos a tientas
la mano amiga que coger,
el cuerpo al que abrazar,
el hombro sobre el que depositar
la cabeza y llorar,
pero nos abrazamos a rocas ígenas,
sulfurosas y humeantes,
expelidas por volcanes en erupción,
que nos queman la piel,
nos reducen a ceniza
carnes y huesos,
salvando a duras penas
nuestras almas.

Queremos salir afuera,
mirar el sol,
gritar hasta que nos estallen las gargantas,
buscar la paz del guerrero,
el momento de tranquilidad relajante
y quietud eterna
en el que el tiempo se detiene
y el mundo parece no avanzar,
cuando las estrellas
fijan sus miradas
sobre nosotros,
los insignificantes del universo,
pero seguimos sin encontrar la salida.

Y así continuamos,
dando besos de dolor
a las afiladas espinas
de un rosal aguzado
en vez de encontrar
los carnosos labios
que nos devuelvan la paz
que buscamos.


© Copyright 2014 Javier LOBO

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